Se planteaba una escribiente de estos lugares la disyuntiva entre tener un hijo o echarse un amante. La situación en la que se encuentra es, podríamos decir, la estandar, ya que su edad anda cercana de la que los chamanes llaman la segunda edad del alma, ha cumplido su función como madre y su vida matrimonial atraviesa una crisis… o eso parece.
El planteamiento de la alternativa, vástago o amante, lleva implícita la respuesta ya que me parece claro que, cuando una madre en ejercicio quiere repetir, ni se lo plantea. Lleva al huerto, en este caso tálamo, a su pareja y a ponerse a ello. Así que lo que busca es un amante y para ello busca la complicidad de sus cercanos los cuales optaron por la solución extramatrimonial de una manera más intuitiva que racional. Y es así porque, claro, eso “echarse un amante” no es como ir de compras al “El Corte Inglés”, o a un supermercado o a una discoteca de moda. Uno, en este caso, una no puede ir a la sección de “ofertas de amantes” y preguntar a la dependienta por los que están de rebajas o ponerse a hacer “ambiente de barra” en cualquier tugurio de ritmos sincopados esperando a que aparezca el querido. No, las cosas no son tan sencillas y “echarse un amante”, tampoco lo es.
El amante, para que tenga la categoría de tal, debe reunir determinados requisitos. Y no solo eso, debe mantenerlos durante el tiempo que dure el amancebamiento. En primer lugar un amante debe estar en idénticas condiciones de convivencia que la señora. Los desequilibrios en estas relaciones no suelen funcionar bien. Los dos deben correr los mismos riesgos. Es decir hay que buscar, en este caso, un casado o emparejado y, además, con hijo, hija o hijos no vaya a ser que a falta de los mismos le de por probar con su nueva partenaire. En segundo lugar, un querido, debe ser tan o más culto que una misma y con cierto carácter para poder defender sus posiciones con coherencia. Hay que discutir las cosas y sobre muchas de ellas y hacerlo con conocimiento porque no tener temas de qué hablar, es dejarlo todo al albur del sexo y, aunque el sexo es divertido, aderezarlo con inteligencia lo es muchísimo más. Eso último nos lleva a otro de los requisitos que debe reunir el amante, que sea sexualmente activo, imaginativo y que sepa comprender e interpretar los deseos de su amada, vamos que no se lleve las manos a la cabeza o se le pongan por corbata determinados planteamientos del juego sexual. Un amante debe estar dispuesto a hacer lo que no se practica normalmente en la vida de pareja “consolidada” y debe hacerlo de manera absolutamente natural. Claro que eso comporta determinadas obligaciones por parte de la enamorada, tales como estar al día de esas prácticas y, sobre todo, dejarse poner al día por su amado. Un amante debe estar social y laboralmente afianzado para que pueda agasajar a su amada con holgura, sin pensar en más hipotecas que las conyugales. A determinadas edades no procede el “ir a escote” o, lo que es peor, pernoctar en tienda de campaña… como no sea sobre las dunas del desierto. Hay que exigirle a nuestro amante que sea apasionado, dulce, morboso y que actúe como si estuviese locamente enamorado de nosotros. Si cumple todas esas premisas, podremos decir que tenemos un amante.
Sé que me dejo en el “bitero” algún que otro requisito pero no trataba de ser exhaustivo. Lo que si debe tener muy, pero que muy en cuenta la buscadora de querido es algo importantísimo y es que quién sea llamado a ocupar el cargo de amante no debe votar bajo ningún concepto a Zapatero. Este es capaz de legalizar la poligamia y podemos tener la debilidad de pedir en matrimonio a nuestra amante. Y eso sí que es fatal para la relación.